La LLP se alegra de que el Estado se haya decidido a ajustar las cuentas con un pasado reciente que no por afectar a una minoría es menos vergonzoso. La indemnización a Antonio Ruiz, que conoció por culpa de la denuncia de una monja tres prisiones (en la foto la antigua prisión de Badajoz, convertida ahora en el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo) por su condición de homosexual durante el franquismo, es un gesto... no, no, es más que un gesto, es un hecho que deja claro que la aberración lo fue el franquismo. Y no los homosexuales y las lesbianas que fueron perseguidos durante ese negro periodo (aunque a algunos les encante iluminarlo con la cara al sol) de nuestra historia más reciente.
"El Estado acaba de reconocer la represión de una minoría. Siento una satisfacción enorme por ver que se repara una injusticia", explicó Antonio Ruiz, el primer homosexual al que el Gobierno indemniza, con 4.000 euros, por la represión sufrida en la dictadura de Franco. "Hemos luchado mucho por dar a conocer nuestra represión, que siempre ha sido tabú, y lo hemos logrado. Ese reconocimiento ya está aquí, lo tengo en mi mano, por escrito".
Al respecto, es decir acerca de franquismo y homosexualidad, la LLP os deja unos fragmentos del ensayo sobre la invisibilidad lesbiana en el franquismo que Thais ha publicado en el libro 'Els altres represaliats i discriminats del franquisme' (Los otros represaliados y discriminados del franquismo):
La estigmatización y la deshumanización de la homosexualidad durante el franquismo fue un trabajo constante desde los medios de comunicación, la siempre poderosa iglesia y la sociedad en general. Y se hacía a través del insulto, la ignorancia (se ignoró lo que E. Hooker, una psiquiatra heterosexual demostró en 1954, que la homosexualidad no es una patología) y la creación de claras barreras sociales contra todos aquellos que, como los homosexuales y las lesbianas, cuestionaban el modelo social imperante.
(...)
el catedrático de medicina legal de la Universidad de Zaragoza Valentín Pérez Argilés, además de comparar al homosexual con los tuberculosos por lo de la propagación de su enfermedad, ideó una prueba infalible para descubrir si un sospechoso era o no homosexual o lesbiana. Se trata de un examen morfológico que incluye el análisis de ocho factores:
-El tono de voz y los ademanes. Y dice: ahí se delatan muchos pederastas. (maricón y pederasta es lo mismo entonces).
-Hay que analizar sus gustos y sus preferencias.
-La relación entre el cinturón torácico y el pelviano. Al respecto dice: “En el varón debe predominar la anchura del torácico sobre el pelviano”.
-En cuarto lugar, el reparto del vello: barba, pelo en el pecho, para los hombres, cuanto más mejor. Para las mujeres: pestañas gruesas y largas. De lo contrario, dice, mal pronóstico.
-En quinto lugar hay que vigilar en el hombre si tiene un desarrollo excesivo de las mamas y la forma y tamaño de sus genitales.
-En sexto lugar la presencia del apéndice xifoides. Es decir el extremo inferior del esternón, que en los hombres muy hombres debe tener la forma de una espada triunfadora.
-El reparto de la grasa. Si la piel de la nuca no es más gruesa que la de la región sacral en el hombre y a la inversa en las mujeres, ay de esos cromosomas.
-Para acabar una prueba morfológica infalible: hay que invitar a la persona a que enlace las manos y trate de unir los codos delante del cuerpo. En el hombre normal esta operación es imposible y formará una V invertida. En la mujer sana, por el contrario los codos se tocarán con facilidad y los brazos dibujarán una Y delante del cuerpo.
(...)
La situación para las mujeres, no sólo las lesbianas, ya era complicada. Las mujeres sin posibilidades, estaban sometidas sin remisión a las normas imperantes en el ámbito de la moralidad y si se atrevían a desobedecer la ley de género eran castigadas duramente por sus propias familias. Su sexualidad era cosa de los varones de la familia y no del Estado, que bastante tenía con controlar a los varones homosexuales.
La legislación contra la homosexualidad apenas se aplicaba a las lesbianas puesto que el franquismo imponía la dependencia absoluta de las mujeres respecto a los varones de su familia. La represión de la homosexualidad en el caso de las mujeres se deja al ámbito privado, que es el lugar de las mujeres y el ámbito en el que se custodia, como dice Beatriz Gimeno, el honor y la pureza de las mujeres. Aunque legalmente apenas haya registros, no hay que olvidar la frase de Beatriz Gimeno: “las mujeres no iban a la cárcel, iban al manicomio. O se las trasladaba de ciudad porque las madres siempre pensaban que su hija no era así, que era culpa de alguna amistad inconveniente y por tanto era mejor que se fuera a vivir con unas tías en otra ciudad para ver si se curaba. Pero la niña, no se curaba”. Para ellas, para las lesbianas, el ámbito de represión se ejercía dentro de su propia familia.
2 comentarios:
Lo habia leido en el periódico ayer, y me alegro, pero yo ni hubiera pedido esa indemnización, que se metan por el culo los 4000 euros, eso no paga las humillaciones que tuvimos que soportar en esos años. Que me indennicen por las veces que no pude besar a mi pareja, porque era escándalo publico, que me indemnicen cada vez que un "macho ibérico" se empañaba en que tenía que bailar si estaba en una discoteca, porque a eso ibamos, a ligarnos a alguien y casarnos para que nos mantuvieran, que me indemnicen por las veces que me llamaron "estrecha", por las veces que me dijeron que me iba a quedar para vestir santos, que me indemnicen por cada una de las veces que me dijeron "con esos ojos, los chicos deben ser tontos si no te proponen que te cases", porque yo solo quería casarme con ella, con mi chica, con la que era a los ojos de todos, mi mejor amiga.
Es una buena reflexión, Isabel. Un saludo
Publicar un comentario