15.11.07

Las damas de Llangollen


Como tengo a casi todas las de la LLP buscando villanos y villanas, Mara, muy inquieta me ha dicho que cuelgue un poco más de historia de las lesbianas en el blog. Este artículo, también estaba pendiente de publicación... Snif.


Las Damas de Llangollen, ¿dos damas muy serias?

Escandalizaron y fascinaron por igual a sus contemporáneos. Porque, desafiando las convenciones del siglo XVIII, huyeron juntas de Irlanda para poder compartir sus vidas y su amor. Lady Eleanor Butler y Sarah Ponsonby, las Damas de Llangollen, son las protagonistas de esta historia, que se ha convertido en toda una leyenda del imaginario lésbico.

Eleanor era hija del Conde de Ormonde y Sarah Ponsonby, una huérfana, que vivía con sus familiares Sir William (cuentan que este “caballero” trató de forzarla varias veces) y Lady Elizabeth Fownes. Las dos se conocieron en 1768, cuando Eleanor tenía 29 años y Sarah, 13.
Diez años después de su primer encuentro, decidieron huir juntas, para escapar de una vida desgraciada y un más que probable matrimonio concertado. Tras cruzar, vestidas de hombre, el mar de Irlanda y pasar dos noches a la intemperie, fueron capturadas por sus familias que sintieron un gran alivio al descubrir que ningún hombre estaba implicado en esta huida. Una familiar de Sarah, Mrs. Tighe, señaló: “La conducta de Sarah, aunque pueda parecer imprudente, no puede tacharse de impropia. No había hombres relacionados con la huida ni parecía que hubiera nada más que una simple amistad romántica”.
Sarah enfermó gravemente a causa de una pulmonía y, durante su agonía, no dejaba de repetir una y otra vez el nombre de su amada: Eleanor, Eleanor… Ésta se escapó de nuevo de su casa para reunirse con ella y durante días se ocultó en una diminuta alacena. Finalmente las dos familias cedieron al deseo de las dos mujeres, incapaces de frenar la extraña pasión que las unía y que, a pesar de todo, ellos consideraban “pura”.

Durante cincuenta años. Eleanor y Sarah vivieron como un matrimonio, dedicaron su tiempo al estudio de disciplinas como literatura, idiomas y a ocuparse su propiedad, cerca de la ciudad galesa de Llangollen, en la que crearon un magnífico jardín que cuidaban con esmero y gran dedicación. Y si el jardín recibía tantas atenciones, las dos Damas apenas se preocupaban de su vestuario. Cuentan quienes las visitaban que sus ropas eran viejas y poco cuidadas. En fin, digamos que el glamour no era uno de los rasgos característicos de las Damas, quienes tampoco, es cierto, disfrutaban de unos ingresos importantes.
Sin embargo, su hazaña, su vida y sobre todo su mutua devoción traspasaron las fronteras, despertaron el interés y la curiosidad de muchísima gente y su casa se convirtió en una especie de Meca de la “intelligentsia” del momento. Escritores como Southey, Wordsworth, Shelley, Byron y Walter Scott, el Duque de Wellington, el industrial Josiah Wedgwood y la novelista aristócrata Caroline Lamb, se encontraban entre sus visitas más ilustres. La reina Charlotte, esposa del rey Jorge III, quiso visitar su casa de campo y consiguió que el soberano garantizara una pensión para estas dos dos Damas de vida tranquila y fama sorprendente que, paradójicamente, resultaron ser de lo más conservador: se opusieron siempre a la Revolución Francesa y llegaron a despedir a una pobre cocinera que se quedó embarazada sin haber pasado por el altar.
Las jornadas de las Damas transcurrían sin sobresaltos mientras ellas se dedicaban a coser, a leer, estudiar y a pasear por los alrededores de su casa. Cada noche, Eleanor escribía en su diario los avatares de la jornada (el diario se publicó en 1930). Y así fue hasta que el 2 de junio de 1829, la muerte infringió el castigo más duro a una relación tan larga: Eleanor murió a los 90 años y dejó a su compañera desolada. Sarah no tardó en reunirse con ella: el 9 de diciembre de 1831, a los 76 años de edad, fallecía en la misma casa en la que había compartido su vida y su amor con Eleanor.

Aunque Eleanor habla en sus diarios de compartir la cama con su “amada”, la naturaleza exacta de sus relaciones no está clara. Algunos contemporáneos, incluyendo la lesbiana Anne Lister de Halifax, pensaban que las Damas de Langollen podían ser amantes; el diario “Sunday telegraph” describió su relación como una “relación amorosa que desafiaba las convenciones”, y otro artículo, en otro diario de la época, aseguraba que eran lesbianas diciendo que Eleanor era “una mujer masculina” mientras que Sarah era “muy femenina”.
En cambio, Lord Byron comparó su amor por el joven John Edlestone, con el de las Damas de Langollen, como ejemplo de amistad romántica, y, un siglo más tarde, en 1932, Colette escribió sobre ellas en “Lo puro y lo impuro”, refiriéndose a las Damas como “dos solteronas fieles”, libres de cualquier forma de “libertinaje sáfico”. Sean cuales sean los hechos, su vida sigue inspirando la fantasía lesbiana. Así, en 1984, la escritora americana Doris Grumbach publicó una novela basada en la historia de Butler y Ponsonby.


Más información:
“Lo puro y lo impuro”, de Colette, Global Rhythm Press
Colección: Palabra de Mujer . Hay un capítulo dedicado a las Damas.
Internet: en.wikipedia.org/wiki/Ladies_of_Llangollen