10.7.06

Depresión post orgullo

La semana post orgullo ha sido una semana de depresión.
Lo digo porque, entre la noticia de que el estado de Nueva York ha decidido prohibir los matrimonios homosexuales (sí, el de Georgia también, pero digamos que Georgia, desde que Ray Charles le cantó poco ha cambiado) y la blanquiamarilla visita de Benedicto, nos hemos quedado todas y todos -los gays y las lesbianas y algún cristiano y progresista de corazón- lívidos ante tanta agresividad e intolerancia.

Que unos jueces insistan en que por el bien de los hijos éstos deben estar con su padre y su madre biológicos, me parece que demuestra lo lejos que viven estos señores de la realidad. Sólo daré una cifra: en Estados Unidos, en 2004, el 28% de los niños vivían en familias monoparentales (normalmente con al madre). Todas estas criaturas están condenadas a ser desgraciados... según la sentencia de estos terribles jueces.

Que el señor Benedicto venga a España, país laico en el que existe el matrimonio homosexual, a lanzar su ideología supuestamente libre de pecado, demuestra que, frente a la intolerancia de aquellos jueces de Nueva York, aquí sabemos lo que es la tolerancia hasta el punto de poner los medios de comunicación públicos y privados para dar voz al santo padre. Que este santo hombre hable de la "insustituible" familia tradicional me parece muy bien, pero de ahí a que se condene al resto de las familias (monoparentales, gays, lesbianas y amigas y amigos) a una especie de ostracismo moral, me parece triste, si no violento e injusto.
Ni el Papa ni los jueces de Nueva York tienen la exclusiva de la ética y la moral.
Quien esté libre de culpa, como dijo alguien hace siglos, que tire la primera piedra.