20.3.06

Sputnik, Proyecto Global de Medios de Comunicación, presentación de libro y más beats





He acabado de leer “Sputnik, mi amor” y, lo que más me ha sorprendido es que nunca sale el nombre del narrador. Se supone que es el autor, pero en el mundo de la ficción hasta quien narra puede ser un farsante o ficcionista. Y la he acabado con el recuerdo en mente de aquella película de Elizabeth Taylor, “De repente, el último verano”, que también nos lleva hasta una isla griega donde ocurren cosas terribles, si no me falla demasiado la memoria.
Ahora estoy con la novela “El escorbuto”, de Juan Montil, publicada por Ellas Editorial. De momento, se mantiene bien. No puedo decir nada más porque voy casi por la mitad del libro.

Leo en “El País” que según el Proyecto Global de los Medios de Comunicación, “las mujeres apenas progresan en su aparición en las noticias que difunden los medios de comunicación, ni como información ni como fuente informativa”. Así pues el tema de la invisibilidad parece que no sólo afecta a las lesbianas, sino a las mujeres en general (claro que si, encima, eres lesbiana, tu existencia es aún menos percibida y, por tanto, eres apenas una sombra o un golpe de aire despistado... aunque pagues impuestos).

Hoy hago zapping, aviso. Y sigo: Isabel Franc recomienda la presentación de un libro, de editorial Minúscula: “Natalia Goncharova. Retrato de una pintora”, de de Marina Tsvietàieva. El evento tendrá lugar el miércoles 29 de marzo, a las 20 horas en el Pati Llimona, c/ Regomir 3, de Barcelona.

Otra cosa, esta semana os voy a colgar otro artículo de Thais, éste lo encontré en una caja de plástico en el altillo de su casa. También se publicó en el “Avui” y, claro, también trata de los beatniks (se ve que en aquella época, mediados de los 90, creo, Thais estaba obsesionada, como la protagonista de “Sputnik, mi amor”, la pálida Sumire, por esa generación de escritores).


Visiones de Jack & Neal



Era un día de diciembre de 1946 cuando Neal Cassady, el inmortal Dean Moriarty de “En el camino”, llegó en autobús a Nueva York acompañado por LuAnne Henderson, su primera esposa. Quería ser escritor en la ciudad de los rascacielos. En lugar de eso, se convirtió en un mito.

Aunque tanto en “Visiones de Cody” como en “En el camino”, Kerouac dice que su primer encuentro con Neal tuvo lugar en un apartamento, lo cierto es que la primera vez que se vieron fue en el West End Bar. Estuvieron presentes LuAnne, Allen Ginsberg, Hal Chase, el escritor Alan Temko y Ed White y no hubo química entre ellos. “Jack se mostró tímido y muy callado. Se limitó a mirar y a escuchar y no participó en la conversación”, recuerda LuAnne.
No volvieron a verse hasta que Neal se mudó a East Harlem, al apartamento de un primo de Alan Temko. Y es ahí donde se produce el segundo encuentro, el que Jack describió en “En el camino”: “Fui a un cuchitril con varios amigos, y Dean (Neal) salió a abrirnos en calzoncillos. Marylou (LuAnne) estaba sentada en la cama; Dean había despachado al ocupante del apartamento a la cocina, probablemente a hacer café, mientras él se había dedicado a sus asuntos amorosos, pues el sexo era para él la única cosa sagrada e importante en la vida, aunque tenía que sudar y maldecir para ganarse la vida y todo lo demás”.
Ver a Neal, en realidad, desnudo, y pidiéndoles cinco minutos para acabar “un asunto” con su esposa, impresionó a Jack confirmando la idea que Chase le había metido en la cabeza, de que Neal era una máquina sexual, “el santo estafador con una mente brillante”.
Aquel encuentro sí fue excepcional.

-Hermanos-
Todos sus amigos coinciden: eran complementarios.
“Ambos se envidiaban el uno al otro por sus rasgos opuestos. Jack era todo lo que Neal hubiese deseado ser. Había estudiado y estaba escribiendo una novela. Por otro lado, Jack envidiaba la energía de Neal, su poder sobre la gente, su encanto y su absoluta libertad. Se convirtieron en hermanos”, recuerda LuAnne.
Jack, que llamó a Neal “Mi viejo hermano consanguíneo” en “Angeles de desolación”, insistió en ver en Neal algunos rasgos de su hermano mayor, Gerard, el santo Gerard, un niño extremadamente sensible, católico y bondadoso, que dejó una honda huella en Kerouac cuando murió a los 9 años de fiebre reumática.
Neal fue el sustituto de su hermano perdido: “Neal cantaba en el coro en las iglesias católicas de Denver y él me enseñó todo lo que ahora creo acerca de todo lo que se debe creer de la divinidad”, aseguró Jack en una entrevista a “The Paris Review”.
Kerouac no ocultó nunca, a pesar de su distanciamiento en los últimos años, que se sentía fascinado por Neal. Y es que aquel chico de Denver, hijo de un borracho y excelente conductor, era un santo y, a la vez, una bola de fuego imparable, el prototipo del desaparecido héroe americano del oeste.
“(...) me quiere como a un hermano y más que eso y se molesta conmigo a veces, especialmente cuando me muevo torpemente con una botella o la vez que casi estropeé el cambio de marchas porque me olvidé de que estaba conduciendo, cuando le recuerdo a su viejo padre pero lo más fantástico es que El me recuerda a MI a MI padre de manera que mantenemos esta extraña y eterna relación de parecernos a nuestros padres que va más allá, a veces con lágrimas, es fácil para mí pensar en Cody y casi llorar, a veces puede notar la misma expresión llorosa en sus ojos cuando me mira. ME recuerda a mi padre porque también fanfarronea y tiene prisa y llena todos sus bolsillos con papeles de apuestas y lápices y estamos preparados para ponernos en marcha por la noche, algo que se toma muy en serio, como si fuéramos a vivir nuestro último viaje pero siempre acaba siendo una aventura sin sentido, al estilo de los Hermanos Marx, lo que me da más razones para quererle (y a mi padre también). Así es. Y finalmente en el libro que escribí sobre nosotros (En el camino) se me olvidó mencionar dos cosas muy importantes, que los dos fuimos dos católicos devotos en nuestra infancia, lo cual nos hace compartir algo de lo que nunca hablamos, está ahí, en nuestras naturalezas, y segunda, y más importante, ese extraño asunto cuando compartimos una chica y Cody dice “Esto es lo que seremos, compañero, tú y yo, dobles maridos, y más tarde tendremos todo un harén un montón de harenes, chico”, escribió Kerouac en “Big Sur”, en 1961, cuando su amistad con Neal ya se había enfriado.

-Las cartas-

La fascinación de Kerouac creció intensamente en aquellos primeros meses en Nueva York, durante los cuales los dos vagaron por Times Square y mantuvieron larguísimas conversaciones. Pero se convirtió en verdadera pasión cuando, en marzo de 1947, Neal, de regreso a Denver, le escribe la que Kerouac bautizó como “La gran carta sexual”, en la que le describe sus intentos de seducir a dos mujeres (la segunda con éxito) mientras estaba de viaje de regreso a Denver. Aquella sería la primera de una serie de misivas que provocarían una revolución en el interior del autor de “En el camino” (y que ahora son la base de una película a punto de estrenarse, “The last time I commited suicide”, con Keanu Reeves).
Y es que Neal le descubrió una nueva manera de escribir. “Sólo escribe, Jack, ¡escribe! y olvídate de todo lo demás”, le urge Neal en una de sus primeras cartas. En enero de 1948, Jack recibió otra carta que le dejó knockeado. En ella, Cassady le describe su teoría literaria. “El proceso de escritura te obliga a una forma y debido a ello simplemente dices cosas en vez de sentirlas. Creo que habría que escribir, en la medida de lo posible, como si uno fuera la primera persona que habita la tierra y describiera humilde y sinceramente lo que ha visto, experimentado, amado y perdido, sus pensamientos fugaces y sus pesares y anhelos”.
Fue el principio de un cambio que ya se gestó con “La gran carta sexual” por su frescura, porque Neal escribía igual que hablaba. Y eso es lo que Jack quería conseguir: la escritura espontánea.
Cada vez que Neal escribía, si se le ocurría una nueva idea, dejaba la que estaba narrando para irse en otra dirección y así continuamente, de manera que casi nunca acababa de explicar la primera historia. ”Escribir debería ser una cadena continua de pensamiento indisciplinado”, le decía Neal a Jack en otra carta.
A mediados de diciembre de 1950, Jack estaba sufriendo un bloqueo creativo mientras intentaba escribir una novela que pensaba llamar “En el camino”. Una carta de Neal Cassady le permitió superar el bloqueo. Se trataba de la “Joan Anderson Letter”, en la que describía sus visitas al hospital para ver a su amante de entonces, Joan, después de que ésta hubiera intentado suicidarse, y su huida, por la ventana de un lavabo, después de que lo hubieran pillado haciendo el amor con otra novia, “Cherry Mary”, en un apartamento de Denver, donde la joven estaba haciendo de canguro.
“La carta era de 40.000 palabras, una novela corta. Era la más fantástica obra escrita que nunca había visto, mejor que nadie en América o, por lo menos, suficiente como para hacer que Melville, Twain, Dreiser y Wolfe se revolvieran en sus tumbas”, dijo Kerouac en “The Paris Review”, en 1968.
Así que Kerouac vio claro que la mejor manera de escribir su novela era explicar la historia de sus viajes a través del país con Cassady como si fuera una larga carta a un amigo.
“Se me ocurrió la idea de la prosa espontánea de “En el camino” gracias a las cartas que Neal me escribía, todas en primera persona, rápidas, locas, confesionales, completamente serias, detalladas, con nombres reales. Me acordé de la profecía de Goethe que decía que la literatura del futuro en Occidente debería ser confesional; también Dostoyevsky lo profetizó y lo habría hecho si hubiera vivido lo suficiente”
Como diría el propio Jack: “Empecé a aprender de Neal tanto como él aprendió de mí”.
Y es que según el biógrafo Gerald Nicosia, Cassady empezó su propia autobiografía poco después de conocer a Jack y Ginsberg. Planeó su obra en tres partes, empezando con un prólogo sobre el pasado de su familia. Sólo completó el prólogo y tres partes del primer volumen de su historia, a la que llamó “The first third”, explicando los nueve primeros años de su vida en Denver y que fue publicado de manera póstuma en 1971.
Fue leyendo esta obra mientras estuvo viviendo cinco meses en la casa que Neal compartía con Carolyn, su segunda esposa, en Russian Hill, San Francisco, cuando a Jack se le ocurrió la idea de escribir sus propias “visiones de Neal”, que más tarde se convertiría en “Visiones de Cody”, un libro que acaba así:
“Adiós Cody -tus labios en tus momentos de pensamiento poseído y nuevas bondades encontradas y responsables están tan silenciosos, haz aunque sea un ruido, y mistifica el sentido de la naturaleza, como la luz de un automóvil que se refleja desde la brillante pintura plateada de un tanque de la acera en este mismo instante, tan silenciosa y todo esto, como un pájaro que cruza el alba en busca del paso de montaña y el mar más allá de la ciudad al final de la tierra.
Adiós, tú que contemplaste la caída del sol, junto a las vías, a mi lado, sonriente-
Adiós, Rey”.

-El final del camino-
Aquella intensa amistad -que inspiró a Tom Waits la canción “Jack & Neal” del álbum “Foreign Affairs”- empezó a hacer aguas cuando Neal se cansó de tener a Jack viviendo en su casa, grabando conversaciones, escribiendo “En el camino” y leyendo la Enciclopedia Británica. Las discusiones empezaron a ser frecuentes hasta que en mayo de 1952, Jack decidió irse a México y visitar a William Burroughs.
Desde ese momento y a pesar de considerarse hermanos, Neal y Jack inician caminos separados que les irían distanciando cada vez más. Mientras Jack se sintió sumamente atraído por el budismo, Neal prefería las teorías de Edgar Cayce, un místico de California cuyos libros lo habían convertido en el centro de un nuevo culto espiritual que trataba de demostrar científicamente la reencarnación; mientras Neal seguía su ritmo de vida a base de buenas dosis de mujeres y de drogas, Jack optó por vivir con su madre, beber cada día más y adoptar posturas cada vez más conservadoras.
Los intentos de reconciliación existieron, pero ya nada sería como antes, especialmente desde que en 1958 Neal fue condenado a cinco años de prisión por posesión de drogas, hecho que provocó un gran sentimiento de culpabilidad en Jack: se sentía responsable por haber centrado la atención pública en Neal a raíz de la publicación de “En el camino”.
Y, aunque a veces Neal actuaba como si se sintiera orgulloso de ser una leyenda, lo cierto es que en otras ocasiones llegó a decir que odiaba intensamente el personaje de Dean Moriarty.
En julio de 1960 tuvo lugar uno de sus últimos encuentros. Jack fue a visitar a Neal, que había salido en libertad condicional. A pesar de los temores de Kerouac, que apenas le había escrito desde que estaba en prisión, Neal le recibió con un abrazo que dio pie a un largo fin de semana en Bixby Canyon, en una casa que Ferlinghetti tenía en la montaña. Allí, mientras fumaban un cigarro de marihuana, se rompió definitivamente el encanto de su relación. Después de fumar los dos se sintieron incómodos y la fluida conversación de años atrás no surgía por ningún lado. Cuando Jack escribió “Big Sur”, el verano siguiente, explicó que se dio cuenta de que ya no podía responder ni seguir nunca más el ritmo de Neal.
En 1963, Neal fue con unos amigos a ver a Jack a Nueva York, que vivía con su madre. A Jack, Neal le pareció tan “cariñoso, amable y atento como siempre”, pero sus amigos asolaron la cocina obligando a Jack a echarlos a todos.
De regreso a California, Neal les explicó a sus amigos cuánto le había desilusionado Jack. Les contó que lo único que hacía era quedarse sentado en casa dejando que su madre lo hiciera todo y despotricando de los jóvenes que estaban destrozando el país.
En 1965, cuando llevaba un año sin verse, Neal le pidió a Jack poder publicar su correspondencia para seguir manteniendo a Carolyn y sus hijos. Jack se negó enviándole una carta con una sola frase. Aquello fue el fin. Ya no volverían a verse ni a escribirse nunca más.

La primera semana de febrero de 1968, Carolyn Cassady llamó a Jack para comunicarle la muerte de Neal al lado de una vía de tren en San Miguel Allende, México, después de mezclar alcohol y pastillas en un banquete de boda.
Jack no sabía nada de Neal desde hacía años, aunque había seguido sus aventuras a bordo del legendario “Furthur”, el autobús del ácido de Ken Kesey, líder del LSD-Hippie Syndrome. Aquellas aventuras inspiraron un nuevo libro sobre Cassady, “The Electric Kool-Aid Acid Test”, de Tom Wolfe.
Al saber la noticia, Jack -que al principio creyó que se trataba de un truco de Neal para desaparecer una temporada-, dijo que Ken Kesey y el LSD habían arruinado a Neal.
“Naturalmente que echo de menos a Neal. ¿No echarías tú de menos a alguien que te dio tanto? Quiero decir que no me asusta admitir que Neal me hizo un escritor más bueno. Sus cartas, su filosofía, toda su existencia era un tesoro para mí. Te diré algo: Neal Cassady era el más grande escritor del grupo. Mejor que Ginsberg, Holmes, Corso... Y sí, Kerouac. Pero eso nunca la sabremos porque Neal estaba siempre demasiado ocupado como para sentar su culo como el resto de nosotros y ponerse a garabatear palabras. Pero escribió algunas cosas y algún día Neal emergerá como el padre de todos nosotros”, le dijo Jack a Charles E. Jarvis durante una de sus conversaciones para el libro “Visions of Kerouac”.


QUIEN ES CASSADY EN LAS NOVELAS DE KEROUAC
Dean Moriarty......... “En el camino”
Cody Pomeray.......... “Visiones de Cody”, “Vagabundos del Dharma”, “Desolation Angels”, “Big Sur”, “Book of dreams”.


13.3.06

Jack Kerouac, el niño de Lowell

He conseguido robarle a Thais -o tomarle prestado- un artículo que publicó hace unos años en el diario “Avui”. Es sobre Jack Kerouac, su imaginario y los lugares de su infancia y decadencia, en su pueblo natal y mortal, Lowell, en Massachussets.
Aquí os lo dejo para que lo disfrutéis y por si acaso viajáis hasta ese pueblo de ladrillo rojo. Sólo puedo añadir que me gustaría que la protagonista de “Sputnik, mi amor”, pudiese también leerlo.


Por cierto, las fotos y más información están disponibles en la siguiente web: http://ecommunity.uml.edu/jklowell/jkdtt.html


JACK KEROUAC, EL NIÑO DE LOWELL

La vida de Jack Kerouac, el gurú beat por excelencia y autor de la denominada biblia beatnik “On the road” (En el camino), no siempre estuvo marcada por la carretera. La romántica y explotada imagen del outsider americano, cabalgando al volante de un chevy descapotable, un Pontiac o un Continental, por la cinta negra de la ruta 66, tiene un pasado enraízado en un pueblecito tranquilo en el que se gestaron sus sueños de adolescencia: Lowell, Massachussets, la ciudad que le vio nacer.


-The Jack Kerouac Commemorative-
“Escribo en un estallido, como si fuera un sprint de 18.000 palabras por noche. De manera que en seis noches acabo una novela” (1). Y en 47 años acabó con su vida, toda ella tecleada, escrita e impresa en sus libros. Al morir en 1969, dejó de ser Jack Kerouac para transformarse definitivamente, en una esquizofrenia de nombres, en Jack Duluoz, Sal Paradise o Ray Smith, los nombres que utilizó para ocultar su identidad en sus novelas y las partes complementarias de su propia personalidad, de su propia vida.
“Utilizo papel de teletipo y golpeo las teclas, a un espacio, diciendo: “Voy a explicarte lo que sucedió”, porque todo son historias reales y lo único que hago es cambiar los nombres” (2), dice ahora, sentado en su plaza, The Jack Kerouac Commemorative de Lowell, de la que emergen monolitos de piedra con fragmentos de su obra grabados, y en la que siempre hay tres o cuatro borrachos intercambiando su botella y su vacío y otra vez su botella de cristal verde.

-Río Merrimack-
Pero no es verde este lugar. No. Lowell es rojo, rojo de ladrillo, rojo de ladrillo de las fábricas textiles, rojo de ladrillo de las fábricas textiles de fines del siglo pasado y principios de este que agoniza. El río Merrimack proporcionaba la fuente de energía y los inmigrantes, irlandeses, griegos y canadienses, la trabajaban tratando de hacer realidad el incipiente sueño americano. Leo Kerouac, su padre, creía ciegamente, en un acto de fe, en América, por eso abandonó Quebec en busca de un sueño que nunca se hizo realidad. Su imprenta, Spotlight Print, fue un negocio inestable que acabó ahogado por las aguas del Merrimack en una histórica crecida que tuvo lugar en marzo de 1936. “El río era una serpiente colérica, un inolvidable flujo de ira maligna, con Satán irrumpiendo en mi pueblo natal”, explica el protagonista de “Dr. Sax”, Jack Duluoz. En esa obra, escrita en 1952 mientras estaba en México con William S. Burroughs, Kerouac registró también el día de su nacimiento. “Nací en Centralville y en Pawtucketville vi a Dr. Sax. En Lupine Road, en marzo de 1922, a las 5 de la tarde”. Así se inicia la saga autobiográfica de la leyenda de Duluoz, porque Kerouac convirtió su vida entera en una novela que, sin embargo, no escribió de forma metódica y cronológica. Como si se tratara de un puzzle caótico, Jack escribía sus memorias de la infancia a saltos, como saltos dio su vida hasta caer, tristemente acongojado y dolorido, a causa de una vena que se le reventó -la presión del alcohol, la presión de la fama, la presión de la culpa-, en otoño de 1969. Pero hasta entonces, Lowell siempre estuvo en su mente y en su obra, como cuando aparece mencionada en “Visiones de Cody”, al decir el autor: “Toda esa consciencia de las ciudades como versiones más grandes de Lowell...”.


-Pawtucketville Social Club-


En “Dr. Sax” -un cocktail entre The Shadow y sus propios miedos y fantasías- se dibuja el Lowell de sus primeros años, cuando su obsesión eran los cómics de The Shadow o The Green Hornet, que estimulaban su imaginación hasta convetirse él mismo y sus amigos en Sombras que emergían de las tinieblas, ataviados con capas, que en realidad eran sacos, imitando la sonrisa diabólica de la Sombra para asustar a los transeúntes: “Mwee hee hee ha ha”.
“La sombra fue el nombre que le di a un tipo alto, delgado y con nariz aguileña que se llamaba St. Louis y venía al Pawtucketville Social Club y jugaba a billar...”, recuerda Jack desde una de las páginas de “Sr. Sax”. Y ahí estoy, en el Pawtucketville Social Club: sombras, oscuridad y un letrero en el que se lee “Sólo socios con tarjeta”.
Leo Kerouac dirigió este Club Social entre 1935 y 1936, por las noches. Y Jack, no sólo trabajó un verano colocando bien los bolos de la bolera, sino que también observó a los jugadores de billar, escuchó sus historias, auscultó sus movimientos, aprendió a golpear con el taco y absorbió hasta el último detalle de aquel salón. Jack era un secante, una esponja de 14 años que estaba tomando aire, engullendo como un loco todo lo que se ponía delante de sus narices, antes de salir disparado hacia la carretera, ese enigmático espacio exterior que culminaba en New York.

-La casa de Moody Street-

Antes de que Jack abandonase Lowell en 1939 rumbo a New York, su familia vivió en ocho casas diferentes, entre ellas, en el 736 de Moody Street, actualmente el 118 de University Avenue. Allí, vivía con su hermana Nin, su madre y su padre, que casi siempre estaba fuera de la ciudad en busca de trabajo. Kerouac explica en “Maggie Cassidy” (escrita seis meses más tarde que “Dr. Sax”), que, después de ir a la escuela, se sentaba en la cocina solo y se preparaba sus "galletas Ritz con manteca de cacahuete y leche". Los Kerouac vivían en el cuarto piso de aquella casa y, mientras Jack esperaba que su madre regresase de trabajar en una fábrica de zapatos, tenía tiempo para contemplar su vida, percibir las sombras de la calle, oír extraños ruidos y escribir todo lo que le había ocurrido durante la jornada. Pero antes, por la mañana, cuando aún se encontraba en el estado de semiinconsciencia que deja el sueño, Jack solía anotar sus sueños -dando sus primeros pasos en la llamada prosa espontánea, tan vinculada a su pasión por el jazz y por el be bop-, en un cuaderno que tenía junto a la cama: sueños sobre su escuela de secundaria, la Lowell High School, un edificio de ladrillo pálido, con un gran reloj en su entrada que fue un regalo de la promoción de Jack a la escuela.


-Lowell High School-

“Llegábamos, mezclándonos, cientos de estudiantes, por todas las calles que daban a la escuela, esperando oír el primer toque de campana”, recuerda en la novela “Maggie Cassidy”. Y allí está: en su patio, corriendo, lanzando el cuero hacia algún compañero y convirtiéndose en uno de los mejores jugadores de fútbol de Lowell. Ese éxito deportivo le dio el pasaporte, en forma de beca, para la Columbia University de New York, donde conoció a Ginsberg y Burroughs.
Empezó la Lowell High School en 1936, el año en el que superó los ritos de iniciación de todo adolescente: sus primeras fiestas, sus juergas con G.J. Apostolos, Scotty Beaulieu (el mismo apellido que el nombre de la calle en la que murió su hermano mayor, Gerard) y Sammy Sampas, con cuya hermana, Stella, se casaría el 18 de noviembre de 1966; sus primeros amores con la animadora del equipo de fútbol, Mary Carney, y con Peggy Coffey... “Empecé a afeitarme (...). Era sorprendente, sólo dos meses antes era un niño, un niño que llegaba a su casa después de jugar a fútbol, con mi chaqueta y mi gorra... (...). Simplemente un niño”.


-La Biblioteca municipal de Lowell-
La acústica literaria de la biblioteca pública de Lowell tiene un efecto lupa sobre los recuerdos de Kerouac. Jack solía escaparse una vez a la semana de clase para ir a la Biblioteca y “estudiar por mí mismo y sin prisa cosas tales como viejos libros de ajedrez, con su olor a pensamiento erudito y sus cubiertas antiguas, empujándome a investigar otros viejos libros olorosos como Goethe, Hugo, por encima de todo las Máximas de William Penn, leyendo para demostrarme que estaba leyendo”. Allí se enfrascó en las páginas de papel de cebolla de la Enciclopedia Británica (Ency Brit XI Ed.), y en las de H.G. Wells y los clásicos de Harvard. “Amando los libros y el olor de la vieja biblioteca y siempre leyendo en la parte de la rotonda, donde había un busto de César”, recuerda Kerouac en “Vanity of Duluoz”.
Entre las cuatro paredes de edificio neogótico, con sombras por doquier -de nuevo las sombras-, y formas circulares, Jack sintió la electricidad incandescente de la literatura. El mismo, en “Dr. Sax” agradece la existencia de aquel recinto dedicado a la lectura “por la cantidad de libros que había para ser prestados”.
Allí, también, pueden encontrarse algunos de los artículos que escribió a principios de los 40 para el periódico de Lowell. En uno de sus regresos a Lowell, Jack fue a ver a Tom Costello, el propietario del Lowell Sun para pedirle trabajo de repartidor. Costello le contrató, sí, pero no como repartidor, sino como cronista deportivo ya que en la memoria de todo Lowell estaban presentes las hazañas futbolísticas del joven. “Yo antes era un periodista deportivo para el Lowell Sun, allá en la lóbrega localidad, los franco-canadienses venían como hongos del Canadá a visitar parientes y durante varios días no había otra cosa que risas y paseos en la calle Moody”, relataba en “Visiones de Cody”.


-Iglesia de San Juan Bautista-
“Quiero ser escritor”, le dijo al padre Morissette, de la iglesia de San Juan Bautista (allí se celebró su funeral, en 24 de octubre de 1969). “Quiero ser escritor y todos se ríen de mí”.
“Yo no. Yo no me río”, le respondió el padre antes de sugerirle que solicitara una beca universitaria.
Y es que su educación católica le marcó profundamente (a pesar de sus incursiones en el budismo), hasta el punto de escribir en “Big Sur”, en 1961, que cuando Duluoz (su alter ego en la saga de libros que él mismo llamó “la leyenda de Duluoz”) era un niño tenía la sensación de que todo el mundo se reía de él y de que era la única persona que no conocía “el secreto del mundo”. Pero Jesús no “me miraba de reojo. En este pensamiento se encuentra la raíz de mi fe en Jesús”.
En su obra también aparece mencionada la iglesia católica de Lowell: “Peleándonos y armando jaleo entre nosotros, dando grandes zancadas, pasábamos por delante de la iglesia de San Juan Bautista, los edificios, las gasolineras...”. Ahí le veo ahora, con G.J. y Scotty, pasando por delante de casa de Vinny, siendo un adolescente, aún con la santidad habitando sus gestos, su rostro, una santidad que había heredado de su hermano. Su hermano muerto. Su hermano mayor muerto a los 9 años, de fiebre reumática, cuando él tenía 4: Gerard. “Durante los primeros cuatro años de mi vida, mientras él vivió, yo no fui Ti Jean Duluoz, fui Gerard, el mundo era su rostro, la flor de su cara (...). En verano se sentaba en el jardín mirando pasar las nubes, fantasmas tao que se materializan, viajan y desaparecen, se desmaterializan, en un gran planeta del vacío, como las almas humanas se convierten en personas corpóreas materiales, como tus chimeneas de ladrillo rojo totalmente materiales de las fábricas de Lowell (...)”, escribiría en “Visions of Gerard”, en 1956, recordando el sufrimiento silencioso de su hermano, castigado por el dolor.

-El puente de Moody Street-
Aquel fue su primer contacto con la muerte. Pero la efigie de la guadaña le perseguiría durante su infancia, culminando en el episodio del “hombre de la sandía”: “La luna llena de aquella noche era la luna de la muerte (...). Mi madre y yo íbamos por el puente de Moody Street (...). Un hombre que cargaba con una sandía se cruzó con nosotros, llevaba sombrero y un traje en la cálida noche de verano (...). De repente, el hombre se desplomó y pudimos oír el golpe de la sandía contra las placas de madera al tiempo que lo veíamos caer. (...) Estoy completamente aterrado y siento el impulso de mirar hacia donde él está mirando. Miro hacia abajo con él y allí está la luna, reflejándose sobre las rocas, allí está la inmensa eternidad que hemos estado buscando”, relata en “Dr. Sax”.

-The Grotto-

Otro de los puntos negros de Lowell para el pequeño Ti Jean fue The Grotto, un santuario tétrico, que culmina las doce estaciones de la Cruz, y situado detrás del orfanato francoamericano, en la esquina de Pawtucketville y School Street. Los Padres Oblatos, una orden religiosa de Canadá que llegó a Lowell en 1868 para servir a la creciente comunidad francesa, construyeron la cueva detrás de la casa en 1911. Ese lugar asustaba a Ti Jean y estaba cargado de malos presagios, no en vano fue regresando de ahí cuando tuvo lugar el episodio del hombre de la sandía. Kerouac llamaba a la calle Pawtuckeville la “calle de la muerte”, porque todas las mansiones de los fabricantes del siglo XIX que había en la misma se habían convertido en funerarias. Precisamente allí esta la funeraria Archambault, donde habían amortajado a Gerard y donde, años más tarde, su cuerpo reposaría antes de ser enterrado.
Cuando Gerard vivía, cada domingo por la tarde, lo llevaba hasta allí para explicarle el significado de cada una de las estaciones de la cruz y Jack, al salir de los terrenos del orfanato y huir de aquella esquina, domingo tras domingo, volvía a respirar. Sin embargo su concepto de la religión no respiró tranquilo y, por siempre jamás, el sufrimiento y la angustia estuvieron vinculados a Dios. “Dios me habló desde el crucifijo: Ahora es de día y la buena gente está conversando en la puerta y la luz entra a través de las sombras, hijo mío, te encuentras en un mundo de misterio y de dolor que no es comprensible. Lo sé, ángel mío, es por tu bien, te salvaremos, porque para nosotros tu alma es tan importante como la de los demás. Pero debes sufrir, en efecto, hijo mío, debes morir, morir en dolor, gritando, llorando, desesperado”, escribe en “Maggie Cassidy”. Y unido al concepto de religión, surge en aquella época el de la sexualidad, ya que fue allí, detrás de la pequeña colina de la Cruz, donde descubrió a los chicos de la escuela parroquial jugando con sus “din-dons” (como él mismo se refiere a su sexo en “Visions of Gerard” y en “Dr, Sax”).
En 1939, Jack abandonó Lowell para ir a estudiar a New York. Regresó en contadas ocasiones y nunca, nunca más volvió a ser la réplica beatífica de su hermano Gerard. Las veces que pisó Lowell tras su partida lo hizo convertido en Jack Duluoz, Ray S ith o el mítico Sal Paradise, de “On the road”.
Su último viaje al pueblo que le vio nacer lo realizó en silencio, desde Florida, donde murió el 21 de octubre de 1969.

(1) y (2) Entrevista radiofónica de 1962, que se realizó en Lowell, en el programa “Dialogues in great books”, dirigido y presentado por Charles E. Jarvis y T. Curtis (1). Publicada en “Visions of Kerouac”. Charles E. Jarvis. Ithaca Press. Lowell Massachussets

Bibliografía de citas:
Visions of Gerard. Penguin Books.
Dr. Sax. Paladin.
Maggie Cassidy. Penguin Books.
Visiones de Cody. Grijalbo.
Big Sur. Paladin.
Vanity of Duluoz. Paladin

Bibliografía general:
Jack Kerouac. Gerard Nicosia. Circe Editores
Jack Kerouac. América y la generación Beat. Una biografía. Dennis McNally. Paidós.
Kerouac: Visions of Lowell. John Dorfner. Cooper Street Publications.




10.3.06

Sputnik, los beats y la pereza

Me estoy leyendo “Sputnik, mon amour”, de Murakami, por recomendación de Nuria Rita. Y coincido con su protagonista, Sumari, en lo de considerar a Jack Kerouac una especie de faro vital.
Tengo una excelsa colección de sus libros, en inglés sobre todo, y de ensayos acerca de la generación Beat, con la que casi tod@s nos hemos identificado en algún momento postadolescente y preadulto de nuestras diminutas vidas.
Y de esa admiración por lo beatnik a tener la sensación de que hemos nacido tarde... no hay mucho. Pues es la única forma de consolarnos que nos queda: pensar que cualquier esfuerzo por ser tan originales como los Beat es inútil, porque, como ya están inventados, no nos queda más remedio que ir a remolque. Ni siquiera nos esforzamos por ser originales. El “ya está todo inventado” y el “he nacido tarde”... ¡qué maravillosos y redondos argumentos para la pereza!

8.3.06

Escatología espiritual



No recuerdo qué estaba buscando en internet, cuando, de repente, me hallé dentro de la es.catholic.net (El lugar de encuentro de los católicos en la red), una web increíble, en el sentido literal de la palabra. Sólo os daré un dato: en esa página, entre otros artículos, hay uno acerca de todas aquellas cosas que “no te han dicho sobre los homosexuales”.
Como dice un amigo mío refiriéndose a la Cope (Colectivo de Obispos por la Estupidez), una sólo puede escucharla como si se tratara de un programa de humor sin fin, es decir y nunca mejor dicho, eterno. Pues bien, lo de esta página es lo mismo, imposible tomárselo en serio, porque a medida que lees las cosas que nunca te han contado sobre los homosexuales y las lesbianas, la indignación da paso a la incredulidad y ésta, a un grito ahogado que acaba transformándose en una carcajada al llegar al punto que dice: “Según un estudio longitudinal publicado en 1997 en el Journal of Orthopsychiatry (Golombok y Tasker), a la edad adulta, los hijos criados por lesbianas tenían un 24% más de incidencia de relaciones homosexuales, comparado con el 0% de los hijos de madres heterosexuales”. Siempre que leo este tipo de argumentos, acabo por plantearme la pregunta más filosófica de todas: ¿de dónde vengo yo? Y, acto seguido, me respondo: de mis padres, matrimonio heterosexual, más de 40 años casados, padres de cuatro hijos. Y, cuando miro a mi alrededor y veo a mis amigos gays y lesbianas, ellos también tienen orígenes claramente heterosexuales. Tal vez deba acogerme al “sólo sé que no sé nada” para entender la profundidad de este argumento. Según esta web existe una campaña en “pro del homosexualismo” orquestada por grupos agresivos homosexuales, los homosexuales y las lesbianas somos intolerantes, pretendemos controlar el pensamiento, manipulamos, nuestra esperanza de vida es menor que las de los heterosexuales, entre otras lindezas, lo nuestro es un drama y, por si fuera poco, se nos puede ayudar a salir de la homosexualidad. En serio, esta web es una joya. Aunque yo preferiría que ayudaran a salir del armario a miles de homosexuales que, por culpa de la intolerancia y el integrismo de algunos, llegan a enfermar de miedo, a morir de miedo, sí, antes que los heterosexuales, y a tratar de controlar y manipular una opción sexual -la suya- hasta el punto de acabar estigmatizados, heridos, hundidos e incapaces de llevar una vida digna. En fin, sólo quería explicaros mi experiencia de abducción en la world wide web, cuando, de repente, casi como si hubiera realizado un viaje en el Tiempo, me hallé dentro de es.catholic.net, una web algo escathológica, en la que, eso sí, existe la posibilidad de mandar opinión. Recomendable hacerlo, aunque dudo que lo publiquen. Porque si hablamos de intolerancia, a mí me da la impresión -eh, es sólo una impresión- de que en esta web están los Number 1 de la Intolerancia.

7.3.06

Buda blanco

Buenos días. Gracias Nuria por las recomendaciones acerca de literatura japonesa. También me han hablado bien de "Tokio Blues". ¿Sabes algo de esta novela?
De regreso, os cuelgo la foto del Buda blanco de Thais, no si antes recordar que los budistas zen insisten en que: "Si ves a Buda, mata al Buda".