11.8.08

Berlín (y 3)














No quiero ser pesada, así que acabaré las recomendaciones berlinesas con una visita al barrio de Prenzlauerberg, en el antiguo Berlín del Este. Bares modernos, ambiente y restaurantes cool son la marca indeleble de que los jóvenes bohemios están tomando este barrio que hasta hace unos años estaba semidesierto. Sigue estándolo, como gran parte de Berlín, cuya población no se ha recuperado desde antes de la Segunda Guerra Mundial (eran 4 millones y pico y ahora son 3 y pico).

Hay que visitar también, en Bauernstrasse, un museo dedicado el muro de Berlín. Así como la East Side Gallery, 1.350 metros de muro. Ahí están algunos de los graffittis más famosos de este deleznable muro (uno de tantos).



























Otra visita obligada: a la tumba de Marlene Dietrich, en Stadtischer Friedholf III, un tranquilo cementerio que cuanta con otro ilustre convidado: el fotógrafo Helmut Newton. Curioso es ver que cientos de lapocas sitadas en la entrada del cementerio tienen como fecha de muerte entre el 25 y el 30 de abril de 1945: fue cuando los soviéticos entraron en la ya derrotada Berlín.
Otra visita de tristeza y conmoción es la que debe realizarse al campo de concentración de Sachenhausen, uno de los que más homosexuales tuvo presos. No diré más. Es demasiado brutal. recomiendo un libro, de un ex preso de Sachsenhausen, "The men with the pink triangle".

Acabaré con una nota frívola y sabrosa: ir un domingo por la mañana al mercadillo de Tiergarten (hay relojes soviéticos de los de nuestros abuelos, a base de cuerda y cuerda) que funcionan a las mil maravillas.
No dejéis de ir a cenar, en Kreuzberg, al Bar Centrale, local en el que cena a menudo el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, (por 40 euros cenaréis dos personas, copa de vino incluida, una ensalada de espinacas, ciruelas y bresaola, fettuccini con vieiras y cantaloupe con salsa de limón que sabían a cielo y unos espaguetti don Alfonso).


Detalles berlineses:
Hay que observar el silencio del metro, la ausencia de MP3 estridentes, la presencia de perros en los vagones, de ciclistas (con móviles, auriculares y pasando a veces por aceras en perfecta armonía con los peatrones). El que a nadie le importe lo que hagas.
En el bar 'Mama & Söhns', de Orianenstrasse, en Kreuzberg, hay una gallega, Saleta, que también habló de los silencios del metro.



Eso es todo. Más o menos. Menos que más, porque hay mucho más y más y más para seguir hablando de Berlín. Pero eso os lo dejo a vosotras.

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