He acabado de leer “Sputnik, mi amor” y, lo que más me ha sorprendido es que nunca sale el nombre del narrador. Se supone que es el autor, pero en el mundo de la ficción hasta quien narra puede ser un farsante o ficcionista. Y la he acabado con el recuerdo en mente de aquella película de Elizabeth Taylor, “De repente, el último verano”, que también nos lleva hasta una isla griega donde ocurren cosas terribles, si no me falla demasiado la memoria.
Ahora estoy con la novela “El escorbuto”, de Juan Montil, publicada por Ellas Editorial. De momento, se mantiene bien. No puedo decir nada más porque voy casi por la mitad del libro.
Leo en “El País” que según el Proyecto Global de los Medios de Comunicación, “las mujeres apenas progresan en su aparición en las noticias que difunden los medios de comunicación, ni como información ni como fuente informativa”. Así pues el tema de la invisibilidad parece que no sólo afecta a las lesbianas, sino a las mujeres en general (claro que si, encima, eres lesbiana, tu existencia es aún menos percibida y, por tanto, eres apenas una sombra o un golpe de aire despistado... aunque pagues impuestos).
Hoy hago zapping, aviso. Y sigo: Isabel Franc recomienda la presentación de un libro, de editorial Minúscula: “Natalia Goncharova. Retrato de una pintora”, de de Marina Tsvietàieva. El evento tendrá lugar el miércoles 29 de marzo, a las 20 horas en el Pati Llimona, c/ Regomir 3, de Barcelona.
Otra cosa, esta semana os voy a colgar otro artículo de Thais, éste lo encontré en una caja de plástico en el altillo de su casa. También se publicó en el “Avui” y, claro, también trata de los beatniks (se ve que en aquella época, mediados de los 90, creo, Thais estaba obsesionada, como la protagonista de “Sputnik, mi amor”, la pálida Sumire, por esa generación de escritores).
Visiones de Jack & Neal
Era un día de diciembre de 1946 cuando Neal Cassady, el inmortal Dean Moriarty de “En el camino”, llegó en autobús a Nueva York acompañado por LuAnne Henderson, su primera esposa. Quería ser escritor en la ciudad de los rascacielos. En lugar de eso, se convirtió en un mito.
Aunque tanto en “Visiones de Cody” como en “En el camino”, Kerouac dice que su primer encuentro con Neal tuvo lugar en un apartamento, lo cierto es que la primera vez que se vieron fue en el West End Bar. Estuvieron presentes LuAnne, Allen Ginsberg, Hal Chase, el escritor Alan Temko y Ed White y no hubo química entre ellos. “Jack se mostró tímido y muy callado. Se limitó a mirar y a escuchar y no participó en la conversación”, recuerda LuAnne.
No volvieron a verse hasta que Neal se mudó a East Harlem, al apartamento de un primo de Alan Temko. Y es ahí donde se produce el segundo encuentro, el que Jack describió en “En el camino”: “Fui a un cuchitril con varios amigos, y Dean (Neal) salió a abrirnos en calzoncillos. Marylou (LuAnne) estaba sentada en la cama; Dean había despachado al ocupante del apartamento a la cocina, probablemente a hacer café, mientras él se había dedicado a sus asuntos amorosos, pues el sexo era para él la única cosa sagrada e importante en la vida, aunque tenía que sudar y maldecir para ganarse la vida y todo lo demás”.
Ver a Neal, en realidad, desnudo, y pidiéndoles cinco minutos para acabar “un asunto” con su esposa, impresionó a Jack confirmando la idea que Chase le había metido en la cabeza, de que Neal era una máquina sexual, “el santo estafador con una mente brillante”.
Aquel encuentro sí fue excepcional.
-Hermanos-
Todos sus amigos coinciden: eran complementarios.
“Ambos se envidiaban el uno al otro por sus rasgos opuestos. Jack era todo lo que Neal hubiese deseado ser. Había estudiado y estaba escribiendo una novela. Por otro lado, Jack envidiaba la energía de Neal, su poder sobre la gente, su encanto y su absoluta libertad. Se convirtieron en hermanos”, recuerda LuAnne.
Jack, que llamó a Neal “Mi viejo hermano consanguíneo” en “Angeles de desolación”, insistió en ver en Neal algunos rasgos de su hermano mayor, Gerard, el santo Gerard, un niño extremadamente sensible, católico y bondadoso, que dejó una honda huella en Kerouac cuando murió a los 9 años de fiebre reumática.
Neal fue el sustituto de su hermano perdido: “Neal cantaba en el coro en las iglesias católicas de Denver y él me enseñó todo lo que ahora creo acerca de todo lo que se debe creer de la divinidad”, aseguró Jack en una entrevista a “The Paris Review”.
Kerouac no ocultó nunca, a pesar de su distanciamiento en los últimos años, que se sentía fascinado por Neal. Y es que aquel chico de Denver, hijo de un borracho y excelente conductor, era un santo y, a la vez, una bola de fuego imparable, el prototipo del desaparecido héroe americano del oeste.
“(...) me quiere como a un hermano y más que eso y se molesta conmigo a veces, especialmente cuando me muevo torpemente con una botella o la vez que casi estropeé el cambio de marchas porque me olvidé de que estaba conduciendo, cuando le recuerdo a su viejo padre pero lo más fantástico es que El me recuerda a MI a MI padre de manera que mantenemos esta extraña y eterna relación de parecernos a nuestros padres que va más allá, a veces con lágrimas, es fácil para mí pensar en Cody y casi llorar, a veces puede notar la misma expresión llorosa en sus ojos cuando me mira. ME recuerda a mi padre porque también fanfarronea y tiene prisa y llena todos sus bolsillos con papeles de apuestas y lápices y estamos preparados para ponernos en marcha por la noche, algo que se toma muy en serio, como si fuéramos a vivir nuestro último viaje pero siempre acaba siendo una aventura sin sentido, al estilo de los Hermanos Marx, lo que me da más razones para quererle (y a mi padre también). Así es. Y finalmente en el libro que escribí sobre nosotros (En el camino) se me olvidó mencionar dos cosas muy importantes, que los dos fuimos dos católicos devotos en nuestra infancia, lo cual nos hace compartir algo de lo que nunca hablamos, está ahí, en nuestras naturalezas, y segunda, y más importante, ese extraño asunto cuando compartimos una chica y Cody dice “Esto es lo que seremos, compañero, tú y yo, dobles maridos, y más tarde tendremos todo un harén un montón de harenes, chico”, escribió Kerouac en “Big Sur”, en 1961, cuando su amistad con Neal ya se había enfriado.
-Las cartas-
La fascinación de Kerouac creció intensamente en aquellos primeros meses en Nueva York, durante los cuales los dos vagaron por Times Square y mantuvieron larguísimas conversaciones. Pero se convirtió en verdadera pasión cuando, en marzo de 1947, Neal, de regreso a Denver, le escribe la que Kerouac bautizó como “La gran carta sexual”, en la que le describe sus intentos de seducir a dos mujeres (la segunda con éxito) mientras estaba de viaje de regreso a Denver. Aquella sería la primera de una serie de misivas que provocarían una revolución en el interior del autor de “En el camino” (y que ahora son la base de una película a punto de estrenarse, “The last time I commited suicide”, con Keanu Reeves).
Y es que Neal le descubrió una nueva manera de escribir. “Sólo escribe, Jack, ¡escribe! y olvídate de todo lo demás”, le urge Neal en una de sus primeras cartas. En enero de 1948, Jack recibió otra carta que le dejó knockeado. En ella, Cassady le describe su teoría literaria. “El proceso de escritura te obliga a una forma y debido a ello simplemente dices cosas en vez de sentirlas. Creo que habría que escribir, en la medida de lo posible, como si uno fuera la primera persona que habita la tierra y describiera humilde y sinceramente lo que ha visto, experimentado, amado y perdido, sus pensamientos fugaces y sus pesares y anhelos”.
Fue el principio de un cambio que ya se gestó con “La gran carta sexual” por su frescura, porque Neal escribía igual que hablaba. Y eso es lo que Jack quería conseguir: la escritura espontánea.
Cada vez que Neal escribía, si se le ocurría una nueva idea, dejaba la que estaba narrando para irse en otra dirección y así continuamente, de manera que casi nunca acababa de explicar la primera historia. ”Escribir debería ser una cadena continua de pensamiento indisciplinado”, le decía Neal a Jack en otra carta.
A mediados de diciembre de 1950, Jack estaba sufriendo un bloqueo creativo mientras intentaba escribir una novela que pensaba llamar “En el camino”. Una carta de Neal Cassady le permitió superar el bloqueo. Se trataba de la “Joan Anderson Letter”, en la que describía sus visitas al hospital para ver a su amante de entonces, Joan, después de que ésta hubiera intentado suicidarse, y su huida, por la ventana de un lavabo, después de que lo hubieran pillado haciendo el amor con otra novia, “Cherry Mary”, en un apartamento de Denver, donde la joven estaba haciendo de canguro.
“La carta era de 40.000 palabras, una novela corta. Era la más fantástica obra escrita que nunca había visto, mejor que nadie en América o, por lo menos, suficiente como para hacer que Melville, Twain, Dreiser y Wolfe se revolvieran en sus tumbas”, dijo Kerouac en “The Paris Review”, en 1968.
Así que Kerouac vio claro que la mejor manera de escribir su novela era explicar la historia de sus viajes a través del país con Cassady como si fuera una larga carta a un amigo.
“Se me ocurrió la idea de la prosa espontánea de “En el camino” gracias a las cartas que Neal me escribía, todas en primera persona, rápidas, locas, confesionales, completamente serias, detalladas, con nombres reales. Me acordé de la profecía de Goethe que decía que la literatura del futuro en Occidente debería ser confesional; también Dostoyevsky lo profetizó y lo habría hecho si hubiera vivido lo suficiente”
Como diría el propio Jack: “Empecé a aprender de Neal tanto como él aprendió de mí”.
Y es que según el biógrafo Gerald Nicosia, Cassady empezó su propia autobiografía poco después de conocer a Jack y Ginsberg. Planeó su obra en tres partes, empezando con un prólogo sobre el pasado de su familia. Sólo completó el prólogo y tres partes del primer volumen de su historia, a la que llamó “The first third”, explicando los nueve primeros años de su vida en Denver y que fue publicado de manera póstuma en 1971.
Fue leyendo esta obra mientras estuvo viviendo cinco meses en la casa que Neal compartía con Carolyn, su segunda esposa, en Russian Hill, San Francisco, cuando a Jack se le ocurrió la idea de escribir sus propias “visiones de Neal”, que más tarde se convertiría en “Visiones de Cody”, un libro que acaba así:
“Adiós Cody -tus labios en tus momentos de pensamiento poseído y nuevas bondades encontradas y responsables están tan silenciosos, haz aunque sea un ruido, y mistifica el sentido de la naturaleza, como la luz de un automóvil que se refleja desde la brillante pintura plateada de un tanque de la acera en este mismo instante, tan silenciosa y todo esto, como un pájaro que cruza el alba en busca del paso de montaña y el mar más allá de la ciudad al final de la tierra.
Adiós, tú que contemplaste la caída del sol, junto a las vías, a mi lado, sonriente-
Adiós, Rey”.
-El final del camino-
Aquella intensa amistad -que inspiró a Tom Waits la canción “Jack & Neal” del álbum “Foreign Affairs”- empezó a hacer aguas cuando Neal se cansó de tener a Jack viviendo en su casa, grabando conversaciones, escribiendo “En el camino” y leyendo la Enciclopedia Británica. Las discusiones empezaron a ser frecuentes hasta que en mayo de 1952, Jack decidió irse a México y visitar a William Burroughs.
Desde ese momento y a pesar de considerarse hermanos, Neal y Jack inician caminos separados que les irían distanciando cada vez más. Mientras Jack se sintió sumamente atraído por el budismo, Neal prefería las teorías de Edgar Cayce, un místico de California cuyos libros lo habían convertido en el centro de un nuevo culto espiritual que trataba de demostrar científicamente la reencarnación; mientras Neal seguía su ritmo de vida a base de buenas dosis de mujeres y de drogas, Jack optó por vivir con su madre, beber cada día más y adoptar posturas cada vez más conservadoras.
Los intentos de reconciliación existieron, pero ya nada sería como antes, especialmente desde que en 1958 Neal fue condenado a cinco años de prisión por posesión de drogas, hecho que provocó un gran sentimiento de culpabilidad en Jack: se sentía responsable por haber centrado la atención pública en Neal a raíz de la publicación de “En el camino”.
Y, aunque a veces Neal actuaba como si se sintiera orgulloso de ser una leyenda, lo cierto es que en otras ocasiones llegó a decir que odiaba intensamente el personaje de Dean Moriarty.
En julio de 1960 tuvo lugar uno de sus últimos encuentros. Jack fue a visitar a Neal, que había salido en libertad condicional. A pesar de los temores de Kerouac, que apenas le había escrito desde que estaba en prisión, Neal le recibió con un abrazo que dio pie a un largo fin de semana en Bixby Canyon, en una casa que Ferlinghetti tenía en la montaña. Allí, mientras fumaban un cigarro de marihuana, se rompió definitivamente el encanto de su relación. Después de fumar los dos se sintieron incómodos y la fluida conversación de años atrás no surgía por ningún lado. Cuando Jack escribió “Big Sur”, el verano siguiente, explicó que se dio cuenta de que ya no podía responder ni seguir nunca más el ritmo de Neal.
En 1963, Neal fue con unos amigos a ver a Jack a Nueva York, que vivía con su madre. A Jack, Neal le pareció tan “cariñoso, amable y atento como siempre”, pero sus amigos asolaron la cocina obligando a Jack a echarlos a todos.
De regreso a California, Neal les explicó a sus amigos cuánto le había desilusionado Jack. Les contó que lo único que hacía era quedarse sentado en casa dejando que su madre lo hiciera todo y despotricando de los jóvenes que estaban destrozando el país.
En 1965, cuando llevaba un año sin verse, Neal le pidió a Jack poder publicar su correspondencia para seguir manteniendo a Carolyn y sus hijos. Jack se negó enviándole una carta con una sola frase. Aquello fue el fin. Ya no volverían a verse ni a escribirse nunca más.
La primera semana de febrero de 1968, Carolyn Cassady llamó a Jack para comunicarle la muerte de Neal al lado de una vía de tren en San Miguel Allende, México, después de mezclar alcohol y pastillas en un banquete de boda.
Jack no sabía nada de Neal desde hacía años, aunque había seguido sus aventuras a bordo del legendario “Furthur”, el autobús del ácido de Ken Kesey, líder del LSD-Hippie Syndrome. Aquellas aventuras inspiraron un nuevo libro sobre Cassady, “The Electric Kool-Aid Acid Test”, de Tom Wolfe.
Al saber la noticia, Jack -que al principio creyó que se trataba de un truco de Neal para desaparecer una temporada-, dijo que Ken Kesey y el LSD habían arruinado a Neal.
“Naturalmente que echo de menos a Neal. ¿No echarías tú de menos a alguien que te dio tanto? Quiero decir que no me asusta admitir que Neal me hizo un escritor más bueno. Sus cartas, su filosofía, toda su existencia era un tesoro para mí. Te diré algo: Neal Cassady era el más grande escritor del grupo. Mejor que Ginsberg, Holmes, Corso... Y sí, Kerouac. Pero eso nunca la sabremos porque Neal estaba siempre demasiado ocupado como para sentar su culo como el resto de nosotros y ponerse a garabatear palabras. Pero escribió algunas cosas y algún día Neal emergerá como el padre de todos nosotros”, le dijo Jack a Charles E. Jarvis durante una de sus conversaciones para el libro “Visions of Kerouac”.
QUIEN ES CASSADY EN LAS NOVELAS DE KEROUAC
Dean Moriarty......... “En el camino”
Cody Pomeray.......... “Visiones de Cody”, “Vagabundos del Dharma”, “Desolation Angels”, “Big Sur”, “Book of dreams”.
3 comentarios:
hola mara/thais que bé que continuis omplint aquest espai amb les teves paraules
Satori
Mara, muchas gracias por el post sobre Jack y Neal.
Saludos
Juan Manuel
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