Como estamos en el día del libro, os dejo un breve texto acerca de una novela precursora en nuestro país, 'Zezé', de Ángeles Vicente.
Prácticamente hasta el siglo XX no hay escritura de mujeres. La tradición literaria lesbiana de autoría femenina es prácticamente invisible. Sin duda, decidirse a realizar esta arqueología literaria es un trabajo por hacer que, en la tradición anglosajona, por poner un ejemplo, ha dado sus frutos. La preparación y edición de antologías de literatura lesbiana, como The literature of lesbianism: a historical anthology from Ariosto to Stonewall, ha permitido descubrir y redescubrir a escritoras desconocidas hasta ese momento. Terry Castle, editor de esta obra antológica, escribe en su introducción: «Hemos descubierto una escuela de poetas de los siglos XVII y XVIII que se inspiraron en el tema de amistad romántica entre mujeres: los panegíricos de amor de Katherine Philips (1632-1664), Anne Killegrew (1660-1685), Anne Finch (1661-1720) y Anna Seward (1742-1809). (…) y a Anne Lister (1791-1840), cuyos voluminosos y codificados diarios, descifrados en 1980, son una revelación de cómo era la vida real de las lesbianas en el mismo mundo provinciano de la Inglaterra de la Regencia descrito en las obras de Jane Austen» (Castle, 2003:2).
La propiedad del tema lesbiano, que desde Safo siempre ha estado presente, es masculina hasta la llegada del siglo XX. Tradicionalmente han sido siempre los hombres los que han escrito sobre el lesbianismo a lo largo de la historia, los que se han apropiado del tema para tratarlo a su antojo y darle las connotaciones necesarias para mantener una tradición que, desde hace siglos se repite como un mantra: que las mujeres sin un hombre no pueden tener sexo. Ariosto, Ovidio, Balzac, Zola, D.H. Lawrence… son algunos escritores que han estampado su firma en novelas de contenido lesbiano más que evidente. Tenemos que esperar hasta llegar al XX, para que mujeres como Gertrude Stein, Virginia Woolf, Radclyffe Hall, Djuna Barnes, Renée Vivien y Natalie Clifford Barney, creen las bases de una nueva tradición literaria lesbiana que, en algunos casos se alejan del discurso oficial de la época, marcado por la emergente disciplina de la sexología y por las teorías de Havelock Ellis, para escribir desde la libertad de género más absoluta.
Así es como, en medio del desierto, apareció París, un auténtico oasis, una fortaleza lesbiana que desafió convenciones morales, prejuicios sociales y también las normas de género establecidas e imperantes. Todas lo sabemos. París era una mujer, pero, ¿qué ocurría mientras tanto en España?
También hubo un oasis. Éste en forma de novela, ya que a principios del siglo XX, en 1909, Ángeles Vicente escribió la novela Zezé.
Se trata de una “rara avis” en medio de un universo literario en el que sólo hay retratos de lesbianas en las novelas de tinte erótico, escritas por hombres y dirigidas a un público masculino. Ejemplo de esta literatura lo son, como menciona María Castrejón en su libro ... que me estoy muriendo de agua: La Coquito, de Joaquín Belda (1915), Alas y pezuñas, de Emiliano Ramírez, Se limpia a domicilio, de Carlos de Santafé, El triunfo de Carmela, de Artemio precioso (1925) y también Las dos amigas, de Rafael Cansinos-Asséns (en esta obra se tratan las diferencias entre mujeres masculinas y femeninas en un ambiente de prostíbulo y con un triángulo amoroso como telón de fondo).
Entre los autores masculinos de esa época que tratan el tema de lesbianismo de manera diferente, considerándolo una opción sexual y una forma de libertad, hay que mencionar a Ramón Gómez de la Serna (pareja de la periodista y escritora Carmen de Burgos).
De la Serna nos regala su novela La quinta de Palmyra, en la que explica la historia de una mujer insatisfecha de sus relaciones con los hombres que acaba encontrando tranquilidad y estabilidad en sus relaciones con una amiga.
En este contexto se publica Zezé: «El primer relato de autoría femenina que presenta experiencias lésbicas en una obra española y uno de los primeros en las literaturas europea y americana». A pesar de esta consideración, al final, la protagonista acaba entablando una relación meramente intelectual y afectiva (muy en la línea de las amistades románticas del siglo XIX) con otra mujer, tras sus fracasos con los hombres y el sentimiento de culpa que le produjo su relación lesbiana, explícitamente lesbiana, con Leonor.
Podríamos dudar a la hora de calificarla como novela lesbiana, aunque no se puede negar que, teniendo en cuenta su época, es precursora del tratamiento literario del lesbianismo. Y también del sexo femenino en general. En Zezé está descrito el primer orgasmo de una mujer escrito por una mujer en la literatura española. Sólo por eso merece un lugar privilegiado en estas páginas.
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