TUSQUETS 3 (viene de la entrada del 17 de noviembre)
Fotos. Beatriz Ciriquian y Eugenia Gusmerini
-En el mundo editorial es necesario tener instinto, dicen.
-Sí. Sin duda. Para calibrar la obra de los demás, sin duda. Yo digo que eitar es como creer en Dios, que no es que acumules pruebas y luego decidas si crees o no crees. Por una cuestión que no puedes explicar, crees o no crees en Dios, y una vez has decidido creer o no creer, te inventas todas las argumentaciones. Pues con los libros pasa lo mismo. Primero, un libro te engancha y una vez te ha enganchado y te ha seducido, si tienes que venderlo delante de un consejo de lectura, te buscas los argumentos. Pero los argumentos vienen después, lo primero es el impulso, la intuición.
-¿Tuviste el impulso de hacer una trilogía a partir de “El mismo mar de todos los veranos”?
-No. Yo quería escribir “El mismo mar…” y sólo una continuación que iba a ser “El amor es un juego solitario”. Pero el éxito y el hecho de que a la gente le gustara, me permitió seguir. De hecho recibí cientos de cartas… Había lesbianas y no lesbianas que me escribieron. Algunas mujeres me decían: “Por fin he llegado donde estás tú, y ya llevo tejanos y playeras”. Sobre todo para las mujeres que vivían con un hombre, la novela les ayudó a lograr un grado de independecia y de libertad que no habían imaginado. Me escribían también hombres, había cartas muy bonitas. Y luego había llamadas como eróticas, en las que los hombres me decían que el libro les excitaba. Yo me limitaba a decirles: “Ah, pues me alegro mucho”. Una vez me llamó un señor y me dijo: “Tú que sabes tanto del amor, ¿va a volver ella conmigo? Y yo le dije: “¿Quién es ella?”. Muchas mujeres me trataban como si fuera Elena Francis, una experta en amor.
-¿Existe una literatura lesbiana?
-Quizás sí que los grupos sociales tienen características que se reflejan en lo que escriben. Yo no me enfado cuando hablan de literatura de género. Creo que alguien que me lea descubrirá que está escrito por una mujer. No es que yo esté convencida de que haya literatura de género, pero sí creo que hay elementos distintivos. Porque cuando te sientas a escribir, te sientas con todo lo que eres. Y como eres mujer y ser mujer es importante, pues se refleja en lo que escribes.
-Otra novela en la que tratas el tema de la relación entre mujeres es “Con la miel en los labios”, donde, de nuevo y tras una aventura lésbica, la protagonista acaba con un hombre mediocre. ¿Es verdad que siempre cuentas cómo, de una relación amorosa frustrada, las mujeres acaban casándose con lo primero que encuentran?
-No siempre. Pero, a menudo, después de una relación amorosa frustrada con un hombre o con una mujer, la mujer se casa con lo primero que encuentra. Me peleé mucho con el editor de “Con la miel en los labios”, que era Herralde. Él decía que era imposible que una mujer tan valiosa como Inés, la protagonista, acabase con un mediocre como aquél y yo le dije que mirara a su alrededor. Porque estaba lleno de mujeres fantásticas que estaban casadas con hombres a los que nadie entiende cómo soportan.
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