El señor Terminator, gobernador de California, el estado más poblado de Norteamérica, está que trina. Si pudiera exclamaría aquel famoso "Sayonara, baby", dirigido esta vez a todos los homosexuales que han conseguido que las bodas de lesbianas y gays sean legales en su adorado estado.
Para empezar, las octogenarias Del Martin y Phyllis Lyon, no dudaron ni un segundo y en cuanto entró en vigor la ley se fueron al ayuntamiento de la mítica ciudad de San Francisco (aquella de If you go to Saaan Franciscooo), para casarse. Encorvadas, con todas sus arrugas vitales, los dedos algo agarrotados y llenos de cariño y de recuerdos táctiles, después de 55 años de fidelidad (para que luego digan los de la supremacía heteroxista), Del y Phyllis cumplieron su sueño, como suele decirse. Sencillas, sin más parafernalia que sus cinco décadas juntas, han sido, son, el primer matrimonio homosexual de California.
No obstante, hay que estar ojo avizor con los malditos conservadores, que insisten en promover un referendum para anular este y los enlaces que sigan. El republicano DougLaMalfa dijo el lunes pasado que con esta votación se intenta (atención, chicas) "devolver la dignidad a los ciudadanos".
La dignidad es lo que ha perdido la conferencia episcopal de nuestro país, que ha hecho oídos sordos a la condena contra Jiménez Losantos, su portavoz más deseado. Está visto que para los curas las sentencias emitidas por la justicia del país no son divinas. Este gesto de ignorar algo tan serio,es una muestra más de su ignorancia divina y global. Amén.
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